La señora que espera el turno por mí
Se llama Carmen y es mi madre. Viene conmigo al hospital cada semana, en plena pandemia y con tres neumonías a sus espaldas. Y lo hace no con una FFP2 (o dos, como yo) Lo hace con su mascarilla de tela portuguesa. Va con esa porque confía ciegamente en que es la mejor que hay, la única capaz de destruir el virus, y solo por 20 euros. Se lo ha dicho su hijo, que no es médico ni virólogo, pero…